La palabra unicornio proviene de la palabra latina unus que significa ‘uno” y cornus que quiere decir “cuerno”. Esta criatura de gran parecido al caballo es quizá uno de los seres mitológicos más famosos y apasionantes en el mundo entero. Se le considera un ser de belleza singular con forma de caballo blanco, con patas de antílope, barba de chivo, cola de caballo o de león y, desde luego, su rasgo característico y principal fuente de poder, el afilado cuerno espiral ubicado en la frente.
Las primeras referencias a unicornios las debemos al historiador griego Ctesias que en el siglo V a.C describió que en sus viajes a la India vio a un animal muy similar al caballo de cabeza púrpura y ojos color azul, con un cuerno negro con punta roja. Conforme a su procedencia, los unicornios se clasifican en 4 grandes familias:
- Unicornis sinoensis que habitaba en los bosque de Indonesia, China y Japón
- Unicornis carcadan originario de Arabia, India, África del Norte y Medio Oriente;
- Unicornis europa proveniente de los países europeos;
- Unicornis alba, residente en las Islas Británicas.
El unicornio era un animal solitario, el macho y la hembra sólo se encontraban para aparearse; una vez hecho esto, el macho continuaba con su vida en solitario y dejaba a la hembra al cuidado de la cría que nacía sin cuerno, la hembra sólo se hacía cargo de él mientras le crecía su cuerno, lo que marcaba el momento para que este nuevo unicornio comenzara su vida en soledad.

Antiguamente los unicornios eran muy abundantes, específicamente en el hemisferio Norte; sin embargo, ya desde la época de Ctesias se le atribuyó a su cuerno propiedades curativas para la epilepsia, los problemas estomacales, como antídoto para cualquier veneno y capaz de purificar las aguas contaminadas; esta creencia llegó a ser tan fuerte que los unicornios comenzaron a ser cazados de manera furtiva por el ser humano; tarea nada sencilla por cierto, pues su gran agilidad y velocidad los convertía en presa muy difícil de alcanzar por las flechas. Sin embargo, el hombre encontró dos formas de poder cazarlos: la primera consistía en que el cazador se paraba frente a un árbol esperando que el unicornio lo embistiera, una vez que éste estaba a unos metros de alcanzarlo el hombre se apartaba y así el unicornio se clavaba en el árbol; la segunda era atraerlos con doncellas vírgenes a quienes no se podían resistir. De esta manera los unicornios, que en su origen fueron abundantes en el hemisferio norte, terminaron por desaparecer de la faz de la tierra a manos de cazadores ambiciosos.